La cineasta Marina Goldovskaya narró su trayectoria profesional desde que existía su país natal, la U.R.S.S de Stalin, hasta lo que es Rusia actualmente. “En aquél tiempo no había muchas mujeres en el gremio. Mi padre decía: si lo haces, será difícil; no te vas a casar ni tendrás hijos, tampoco serás feliz. Y en parte, tenía razón”, recordaba con una sonrisa la época en la que era estudiante de la Escuela de Cine de Moscú, la cual fue fundada por Sergei Eisenstein.

La también profesora de la Universidad de California, reconoció que ella no era partícipe del “lavado de cerebro” que se llevaba a cabo en aquélla época, por la intromisión del Estado en los contenidos televisivos y cinematográficos. “Decidí plasmar la realidad de mi país a través de gente que estuviera obsesionada con su trabajo; el éxito de un documental está en el personaje, el cual debe ser sencillo e interesante”, explicó al público. Aunado a ello, expuso su técnica de trabajo, la cual no planeó pero le ha dado resultados, poniendo como ejemplo su documental El campesino de Arkhangelshk: seguir al personaje, confiar en él e ir a donde habita cada verano para poder plasmar los cambios de la situación y persona.

Entre las experiencias más apasionantes narradas por la directora de Solovki Power y Anna, se encuentra una que sucedió en 1990. “Tenía una cámara semiprofesional y me encontraba en un balcón de un edificio en la Plaza Roja. De repente, vi una manifestación de aproximadamente un millón y medio de personas que cantaban canciones de liberación en contra del Partido Comunista. No pude evitar conmoverme y decidí plasmar los procesos de cambio. Filmé 6000 horas, de las cuales han salido 15 películas”.

Esta conferencia se llevó a cabo como un preludio a la retrospectiva del trabajo de Marina Goldovskaya que se realizará del 24 de junio al 3 de julio en la Cineteca Nacional, donde se presentarán nueve trabajos, uno por día, en dos diferentes horarios.