Txt: Gus Galván

Hay días que me pregunto cómo dimensionar los alcances de la música. En la Ciudad de México, toda una urbe cosmopolita, es difícil lograr el éxito musical; bandas increíbles se pierden entre la inmensidad de la oferta musical capitalina o entre las diversas frecuencias radiales y mediáticas que abundan en la capital del país. Una obviedad: la oferta en el centro del país es vasta y nutrida; fuerte y conformada por una generación de músicos con un futuro prometedor.

Los que tenemos el gusto (o disguto) de vivir en la Ciudad de México tenemos una gran cantidad de opciones para escuchar pero, ¿qué pasa ocurre en las diversas plazas que conforman nuestro país? A veces tenemos una idea tan central de nuestra nación que pensamos que si una agrupación que brinca del Multiforo Alicia a Europa tiene el éxito garantizado o que tener un hit de radio en la ciudad te garantiza el éxito nacional. No, la realidad es completamente diferente: ni salir de gira a bares de Europa te asegura el éxito, ni que pongan tu sencillo de manera continua en el radio lo hace.

La situación del país es mucho más compleja que eso: hay zonas donde la música esta fuertemente arraigada a la localidad y es difícil introducir algo de afuera. Hay que contemplar también el arraigo comunitario a la música tradicional de la región contra la "imposición" de la idea centralista del qué escuchar. Hay diferencias sí, pero también hay puntos de unión. En el país existe una generación de jóvenes en busca de una identidad, de una definición como personas dentro de la sociedad, los jóvenes poco a poco van cambiando y, a diferencia de un servidor en su tiempo, los accesos a la información de otras regiones es mucho más rápido.

Gracias a este acceso a la información las influencias musicales llegan de diversos puntos, por ejemplo, en San Cristobal de las Casas, un pueblo colonial chiapaneco, podemos ver agrupaciones influenciadas por diversas corrientes europeas. Vemos jóvenes haciendo música en la sierra, en el valle, en la comunidad; todos buscando una sonido que identifique sus ideas, sus sentimientos y a veces con una idea mucho más cercana de lo que la comunidad necesita escuchar.

El problema deviene cuando creemos, como capitalinos, que todos escuchamos lo mismo. En un viaje por Chiapas, del cual aún no regreso, me encontré con este shock cultural. Las estaciones de radio y televisión locales, públicas y privadas, tienen una idea diferente del manejo de la música juvenil. Aquí bandas tan conocidas como Enjambre, Bengala o Austin TV son muy poco escuchadas. Los jóvenes chiapanecos buscan sonidos mucho más arreglados, más fuertes, el metal y sus variantes es de lo preferido por los jóvenes, quizá tratan, con la fuerza de la ejecución musical, expresar una realidad de violencia y sufrimiento indígena prolongada por siglos, quizá.

La realidad es difícil, sorprenderte. Platicar con jefes de estaciones, programadores de radio y escuchar con ellos material que es un éxito en la capital y que no lo conozcan es bastante sorprendente. A veces creemos que todo el mundo es la Ciudad de México, grave error, comparado con la idea de que ir de gira a bares europeos es triunfar en el extranjero. El camino es arduo y las condiciones en contra; son de los días que uno afirma que la universalidad de la música solo lo alcanzan los grandes genios. Aquí en la sierra chiapaneca, en China y en Africa,  Pink Floyd tiene bandas tributo y una orda de fans conocedores que la música también puede ser universal.

Quiero cerrar estas líneas con la idea que ir a otra región es un esfuerzo titánico para las bandas mexicanas. Un trabajo arduo e intenso que merece reconocimiento: un aplauso para bandas como Los de Abajo o Panteón Rococó que desde hace más de una década emprendieron la conquista de regiones alejadas de nuestro país y que hoy, salen de gira a los festivales más prestigiosos del continente europeo como parte importante de su promoción. El camino al éxito no es cosa fácil pero intentar en buscarlo en diversos lugares merece un aplauso y reconocimiento.