Si la vida no tuviera episodios tan profundos la música de La Castañeda no estaría tan arraigada en nuestros corazones. Nacidos bajo una fuerte vínculo con el gótico de los ochentas y representantes de una primera generación de música alternativa en nuestro país, han sobrevivido más de 20 años en los escenarios nacionales. En estas condiciones hay un muy poco que agregar a la historia de esta agrupación, salvo que, como músicos entregados que son, están presentado un nuevo disco que nos trae un sonido más fresco y experimental.
El Lunario del Auditorio Nacional sirvió como recinto de lujo para la presentación de La Castañeda. Desde temprana hora el público fue llegando, ya cerca de las 9 pm teníamos una fila bastante nutrida a la entrada del lugar. Niños, jóvenes y sobre todo adultos esperaban escuchar a La Castañeda. Muchos ataviados con playeras que recordaban la longeva y productiva carrera de la banda, otros con sus largas melenas que dejaban entrever uno que otro mechón blanco. Los años no pasan en balde, pero el rock nunca muere.
Ya acomodados en el Lunario tuvimos que ver pasar a cuatro agrupaciones de chavitos que compartían el honor de tocar antes de la legendaria agrupación. El respetable los recibía bien las primeras dos canciones, el simple intento de una más provocaba una rechifla general; la desesperación era latente y el público quería ver a la legendaria banda. El tiempo cumplió su plazo, las luces se apagaron y ante una lluvia de gritos y aplausos aparecieron los integrantes de La Castañeda. Como siempre el más ovacionado fue Salvador, un vocalista que ya esta en el recinto de las voces inmortales del rock mexicano.
Pudimos notar que en esta ocasión Salvador venía acompañado de un bastón, el cual le ayudaba a caminar debido a una pequeña lesión que presentaba en la pierna. Es de notar que esto jamás demérito el show que dio la agrupación, una verdadera muestra de profesionalismo y entrega a su público. Sobre el setlist hay mucho que contar: una mezcla de sus dos últimos materiales Primera y Segunda Llama aderezado con lo mejor de su longeva carrera.
La noche empezó con "Demonio" lo cual causó revuelo entre los espectadores, vino después "Segunda Llamada", "Me fui" y "Estación". Un combo que los verdaderos fans de la agrupación no solo agradecieron también corearon con Salvador Moreno. Poco a poco tanto banda como público se iban soltando y lograban que la comunión se fuera dando. Sin darnos cuenta el lugar se volvió una fiesta y los gritos de "Casta, casta, casta" eran el alimento perfecto para unos músicos que saben muy bien su trabajo.
Después vinieron un par de canciones que pusieron el ánimo nuevamente a tope "Lucrecia" y "Gitano de mente", dos clásicos que marcaron historia. Continuaron con "La Fiebre de Norma", "Loco" y "La espina" a estas alturas la el ánimo ya desbordaba a los asistentes y Salvador bajo a convivir un poco con el público que desde temprano se acomodo al frente del lugar. Para cerrar la gran noche "Tloque Nahuaque", "Misteriosa", "Libertino" y "Cayendo" fueron las seleccionadas. Salvador y compañía se despidieron de su público entre aplausos y gritos de ánimo. Una noche más para "La Casta", un concierto más en su longeva carrera pero como siempre se entregan como si fuera el último y como mencione al principio: "El tiempo no pasa en balde, pero el rock nunca muere".




