Sindicato del Sonido.: Dioses Ocultos en el Palacio

Dioses Ocultos en el Palacio


La vida de Caifan-89, nickname que usa en meseenger, ha cambiado, ha dividido su estancia en este mundo en antes de ver a Caifanes en vivo. De ahora en adelante, cada que pase cerca del Palacio de los Deportes o sólo con verlo en fotografías, sabrá que ese fue el lugar donde renació.

Por: Sergio Reyes Aguilar
Fotos: OCESA

Esta historia comenzó desde antes del nacimiento de Caifan-89. En 1987, en el ya desaparecido Rockotitlán. Saúl Hernández, comenzaba su propia página dorada a través de la poesía que años después quedaría impregnada para siempre en las venas y en la sangre de millones de corazones.

“Voy a ir a ver a Caifanes” les decía a sus amigos el protagonista de esta historia.” sin saber lo que el destino, Saúl Hernández y compañía le tenían preparado. En ese día, ni una rubia preciosa en el transporte público le provocaba admiración a Caifan-89.

En su mente no lograba imaginar cómo sería el espectáculo. En un estado de letargo, no sabía que sentimientos iba a tener a la hora de estar coreando las canciones de la banda. Su cuerpo estaba inexpresivo, su mente "apagada”, no tenía expectativas ni posibles escenarios.


Como si recibieran una inyección de adrenalina, Caifan-89 se prendió cuando dio el primer paso en la estación del metro Velódromo. Fue ahí cuando supo que compartiría con 20 mil personas una misma pasión: Caifanes.

Mientras cruzaba el puente para llegar al Domo de Cobre, se percató que el destino con “Los Dioses Ocultos” se impregnaba en su alma, esto gracias a los primeros vendedores de la tarde, pulseras, playeras y cajetillas de cigarros, todo con imágenes de discos, integrantes y letras de la banda que se presentaría ya en menos de dos horas. Eran las primeras mercancías de la tarde.

“¡Mira, cigarros de Caifanes!” decía una joven emocionada a sus acompañantes. “Son solo cajetillas” pensó Caifan-89. Un improvisado Tianguis a las afueras del Palacio de los Deportes vendía todo sobre la banda: posters, gorras, tazas, plumas, pulseras, playeras, calcomanías, cadenas, muñequeras, cinturones, placas para carro, bolsas de regalo, vasos tequileros, jarras, pins para guitarras, y hasta el nuevo disco de Alfonso André estaba en los puestos ambulantes.

Cada vez más cerca del Domo de Cobre, los fanáticos ebrios por la euforia –y el alcohol- iban en aumento, Caifan-89 estaba borracho de emoción. Llegaba la “Hora 0”, 8:14 p.m. en el reloj del celular, debía ingresar al recinto.

Al subir las escaleras para ya estar dentro del recinto, Caifan-89 se sintió como Rocky Balboa: listo para enfrentar el evento más importante de su vida, pero a la vez, tuvo la sensación de subir al patíbulo de sentenciados para ser fusilado, y sí, fue fusilado por anacrónicas de la infancia, recordó cuando su hermano mayor, todas las mañanas, ponía los desaparecidos casettes de Caifanes en el estéreo de la sala. Escuchó un ¡tumb, tumb!, eran los latidos de su corazón.

El sonido local daba la bienvenida y el público gritaba emocionado; pero la algarabía creció cuando en las dos pantallas del recinto se proyectó un video propagandístico sobre derechos humanos, ¿por qué la emoción? En el video pasaba un ídolo de varias generaciones propulsor de la campaña: Saúl Hernández.

Las luces desaparecieron en el recinto, la oscuridad y los gritos eran totales. El escenario se iluminó, Diego Herrera tocó las primeras notas en el teclado, cada una de las 20,000 mil personas parecían gotas que formaban un mar de sueños. Pasiones y anhelos estaban a punto de ser consumados. El éxtasis fue total cuando los otros cuatro integrantes tomaron su posición frente a un público que los espero 16 años.

Empezó la primera canción de esa noche centelleada: “Los Dioses Ocultos”, bastaron los primeros segundos de la canción para que Caifan-89 expulsara todo el aire de sus pulmones.

“Para Que No Digas Que No Pienso En Ti” se la dedicó el público a través de gritos, saltos y lágrimas a la agrupación. Cada verso iba dirigido a Sabo Romo y compañía demostrando que sus melodías siguen formando parte de la vida de los fanáticos. “Ando entre seres Oblicuos y ausentes, Buscando la forma de hacerlos presentes” le gritaban a Caifanes, con saltos y lágrimas.

Dos canciones hicieron que Saúl Hernández, con una humildad que solo los grandes tienen, dijera: “El aplauso es para ti, raza”, después se hincó y apoyó la frente en el suelo; la ovación de los extasiados fanáticos, aumentó con este acto.

En la antesala de la tercera canción y ya con las emociones al rojo vivo, el líder de la banda dijo: “A esta vida hay que tenerle coraje, no miedo”, estas palabras y el primer acorde de la gloriosa guitarra de Alejandro Marcovich fueron suficiente para que el público supiera que se trataba del éxito que está en la cuarta y última producción discográfica del grupo: "El Nervio Del Volcán".


El público sabía que cada verso cantado no lo coreaban porque se supieran la discografía, gritaban porque los versos tenían algo que ver en su memoria, en su infancia, en su adolescencia, en sus sueños, en su corazón: en su vida. Cada imploro era un recuerdo de las composiciones de Saúl Hernández.

Al ambiente y las vibras se encerraron en el recinto, la excelsa voz y guitarra de Saúl Hernández, el carismático bajo de Sabo Romo, la rit-mi-ca y poderosa guitarra de Alejandro Marcovich, la estética batería de Alfonso André, y el extasiante teclado y saxofón de Diego Herrera provocaron que una mujer de unos 25 años al terminar “Antes De Que Nos Olviden”, llorara como cuando le rompieron el corazón por primera vez.

También hicieron que una mujer abrazara de la cintura a su novio en la deliciosa balada “Ayer Me Dijo Un Ave”. Son igualmente responsables de algunos intentos por bailar salsa en “La Negra Tomasa”, de nostalgia en “Viento”, euforia en “Afuera”, la misma mujer del corazón roto gritara ¡Quiero un toque! cuando interpretaron “Piedra”, de gritos efusivos en “Mátenme Porque Me Muero”, de miradas concentradas al cielo en “Nubes”.

Cuando el éxtasis parecía estar a tope, los primeros tres segundos de “La Célula Que Explota” provocaron que estallaran gritos de euforia llenos de recuerdos, algunos estilo mariachi bastante lamentables.

Al finalizar el concierto, de fondo sonó la canción “Imagine” de John Lennon mientras la agrupación se despedía de algunas personas afortunadas que los vieron en primera fila.





Fueron un total de 29 canciones que Caifan-89 ya no escuchará de la misma manera, siempre las oirá pensando: “un glorioso martes cuatro de octubre, vi a Caifanes en vivo, canté y me emocione con ellos al mismo tiempo”.

Hasta el martes 4 de octubre del 2011 a las 8pm, Caifan-89 hubiera cambiado su vida por la de cualquiera.

Ha pasado casi una semana desde el evento que cambió la vida de Caifan-89. Ahora tiene una crisis emocional, una parte de su alma y cuerpo está aún extasiada por la adrenalina recibida en el concierto, la otra parte está nostálgica porque no sabe si algún día volverá a vivir un suceso tan lleno de pasiones y euforia. Su sensibilidad está a flor de piel, se la pasa escuchando únicamente música de Caifanes, ve sus recuerdos materiales de aquella noche gloriosa: la pulsera en su mano derecha, el dije en su cuello y la playera gris lo llenan de emoción y nostalgia. El secreto está en administrar la adrenalina, ¿Hasta cuándo?, Caifanes es para toda la vida.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Que buena nota, esta muy chida. Caifanes!!

Anónimo dijo...

el palacio de los deportes ahora es un altar en donde pude volar con mis dioses

Anónimo dijo...

Bueninismo ojalá publiquen este tipo de textos más seguido

Anónimo dijo...

no mames en tercera persona caifan-89, parece sacado del grafico lo que escribiste, cha ya me abrieron que putos, no me tengan miedo.
atte el rafles

Anónimo dijo...

wow!!! Sergio!! Me gustó gustó mucho tu crónica!!! felicidades!!! :) Me tuvo muy atenta y me contagió Caifan-89 su emoción!! muy bien!

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