Sindicato del Sonido.: Nobuzaku Takemura@Radar UNAM

Nobuzaku Takemura@Radar UNAM





TXT:Angélica Jackeline Ferrer Campos
Fotos: Cortesía Radar UNAM

Para no existe el tiempo, no puede definir el pasado ni se imagina el futuro. Para él, todo tiene sentido gracias a los “momentos” que cada uno va construyendo a lo largo de su vida, sin tener que estar apegado a una bisagra que controle los pasos de una persona; la Sala Nezahualcóyotl es un buen lugar para demostrarlo.

El primer video En el tiempo respectivo, muestra a una chica que lee acerca del “momento” mientras otra joven se contorsiona fuertemente cada que escucha una nueva frase del texto. El sonido es tintineante y desesperante, como en el momento que una llave gotea sin parar en el lavabo del baño.

Koota Tanimura imprime su sentir acerca de lo que es la vida humana con acordes graves de guitarra eléctrica, los cuales van acompañados de sonidos que viajan desde lo metálico hasta lo burbujeante. Sin embargo, la música de Ipsum Esse (El ser) contrasta con la proyección de la pieza; una bailarina realiza un estilo de danza alegre, retadora y en algunos momentos, agresiva, como si quisiera encarar a la vida desde un aspecto más cruel.




Es básica la presión social y las formas de comunicación que existen en una sociedad. Las chicas que aparecen en el video de Ich und Urich (una de ellas enmascarada y la otra simulando estudiar mientras su pluma chorrea tinta), muestran de qué manera el entorno puede mermar la conducta de una persona por ser diferente, ya que no comprende que “las palabras que salen de su boca, no pueden ser las mismas que sus pensamientos, tal y como lo señalan Takemura y Tanimura en el video. Presiente que no existe una conexión entre corazón y mente gracias a los medios de comunicación, desde el nacimiento del libro hasta la creación de la informática.

Un halo de nostalgia invade el Centro Cultural Universitario con Un cuento pequeño, cortometraje dirigido y escrito por Takemura. Narra la historia de dos amigas que se reencuentran después de 10 años y que comparten recuerdos de la época en que fueron compañeras en la Universidad de Tokio.

Amores, tristezas, éxitos y fracasos rodean a las japonesas, al grado de compararse con monumentos o ciudades históricas, que en su opinión “se conservan bellas gracias al interés que las personas ponen en las mismas”. El fondo musical es alegre y tranquilo, puesto que combina el sonido de la corriente de un río y de un xilófono junto con un teclado, el cual le imprime un aire tétrico.

El público, en su mayoría joven, cambia de la tristeza y la evocación del pasado al hartazgo e intolerancia con Divisum atqie ananem animun. Sonidos parecidos a los que crea la interferencia telefónica, el módem cuando conectaba a internet, el sonido distorsionado de las bocinas cuando están a punto de descomponerse sumados a la luz azul neón, se mezclan con los pasos de break dance, danza erótica y mímica de una mujer que lleva puesta una máscara de un hombre de raza negra.




La primera parte concluye y los japoneses toman un breve descanso para dar paso a la sección de proyecciones animadas y collages temáticos, la cual contiene peces de colores nadando desesperadamente en un río. Tonalidades verdes, naranjas y amarillas a la par de sonidos agudos de triángulo y piano, los hacen notar aún más vivaces, aunque ello dura poco porque se comen unos a otros; parece una cadena alimenticia de horror, en la que al final, terminan tragándose al pescador que atrapa a uno de ellos.

Pero la muerte no termina en la proyección. Un hombre está bailando al ritmo de la música de Takemura y Tanimura, la cual es semejante al ritmo clásico de la música electrónica; se corta la yugular con un hacha, soltando la copa que sostenía en la mano izquierda. Los cristales se rompen y se clavan en su torso. Posteriormente, unas niñas danzan con estrellas y lunas; los peces de colores bailan alrededor de ellas y vuelven a comerse entre sí. Las pequeñas aparentan gozar con la muerte de los animales acuáticos. Los jóvenes asistentes no saben si deben reír o preocuparse al notar que todo puede terminar en un instante.

Al igual que el ciclo de la vida, la presentación se termina con Eskligent, video estilo collage que combinaba animación de perros, gatos y familias jugando, imágenes de bosques y ríos, personas leyendo directorios telefónicos y robots bailando; simula los distintos “momentos” construidos a través del sonido de las hojas de los árboles al rozar con el viento, del ladrido de perros, de las pláticas entre amigos y de los aparatos. Estos cierran el espectáculo de hora y media, el cual se encuentra dentro del Festival de Exploración Sonora Radar UNAM, que dejó estupefacto al público, al grado de no tener una opinión concreta sobre lo visto y escuchado en el escenario.

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