TXT: Abigail Gómez
Fotos: AUNAM
Nada mejor que una descarga de jazz para reponer
energías y recibir a la estación que cubre de flores y color el paisaje de la
ciudad. Para dar rienda suelta al sonido swing e inaugurar el Primavera
Jazz Festival son Dulce Resillas y su Morena Proyect los encargados de
poner a sonar los instrumentos.
Es en un escenario montado por la Fundación San Sebastián,
que ha trabajado 15 años por ser un espacio para la difusión del arte, que esta
pianista y los músicos que la acompañan dan inicio al festival que espera, en
este mismo recinto, la presentación de figuras como Dannah
Garay, Jaramar y Caída Libre, Louise Phelan, Matías Carbajal y Beaujan Project.
Después de la espera y de uno que otro chiflido en
señal de reproche, ocho y media en punto Dulce hace su aparición. Vestido
negro, escote poco sugerente compensado por las piernas al descubierto y unos
tacones negros que estilizan la figura de Resillas. Ella entra en el escenario
y es recibida por aplausos, el clásico fiu
fiu y hasta un te amo, ¿el emisor? un señor del público vestido con un
traje elegante y zapatos de charol.
En la pantalla que se encuentra en el centro del
escenario aparece la espalda de Dulce Resillas mientras en el salón se cuelan
las primeras notas que provienen del piano Petro; en la imagen de la proyección
algo comienza a moverse, son las manos de Resillas que brincan a una gran
velocidad, la danza de sus dedos se traduce en las notas musicales que
suavemente llegan a odios de los espectadores.
Además de su talento a Dulce la acompaña el grupo al
que han bautizado como Morena Proyect, en resumen, un conjunto de jóvenes
músicos que bajo la batuta de Resillas crean la música que hace vibrar
(literalmente) el suelo del escenario. Con Emiliano Coronel (el Chopo) en el bajo, Vladimir Coronel en
la batería, Arturo Caraza en el saxofón, Gerardo García en las percusiones y el
invitado especial Edgar de la Torre en la guitarra la fiesta tiene todo lo
necesario para comenzar.
La primera parte es de un ritmo acelerado, la gente se
mueve en sus asientos, discretamente, hay que tratar de guardar la postura
aunque el sonido invite a los pies a bailar frenéticamente. Inician con una
canción de la brasileña Tania Maña para continuar con temas de su autoría.
El ambiente es cálido casi familiar, hay intimidad
generada las luces rojas, azules y amarillas que visten el escenario de colores
y le bridan una suave textura, la cual se contrapone a la velocidad con que
cada uno maneja sus instrumentos.
Sonajas hechas con hueso, batutas golpeando con
firmeza los platillos de la batería, cuerdas de bajo y guitarra; cada sonido se
complementa y se fusiona para dar vida a esa dosis de energía que se propaga
por el escenario. La cereza del pastel: el saxofón. Su sonido interviene en el
momento necesario para llevar el concierto hacía otro nivel.
Entre canción y canción una explosión de aplausos.
Mientras los músicos tocan en la pantalla del centro aparecen sus rostros, cada
uno tiene su propia expresión pero en general presionan los ojos con fuerza y
mueven la cabeza al ritmo de la música: sentir para transmitir.
La despedida es un tanto más suave, la velocidad se
relaja, los instrumentos ya no bailan sólo se deslizan de un lado a otro con
soltura. Así concluye el inicio del Primavera Jazz Festival en el recinto
cultural San Sebastián.