TXT y Fotos: Abigaíl Gómez
Desenfado. Traducción: camisa negra sobre playera de
algodón, pantalones de mezclilla y tenis. Todo del mismo tono negro a juego con
el cabello despeinado donde bailan algunas canas. Es Armando Vega Gil quién
deja por un momento el clásico humor que lo caracteriza y con su voz enfrenta
los miedos del hombre: soledad, abandono, vejez, adicción, son temas que se traducen en la inspiración
del poeta.
El cucurrucucú
(como lo llaman sus compañeros y amigos) es integrante de la banda mexicana
Botellita de Jerez y como parte del programa Poesía en Voz Alta que
organiza cada sábado La Casa del Lago presenta su más reciente producción de
poemas, los cuáles son recopilados en el libro La Ventana y el Umbral y
es justo con ese objeto de cristal que inicia la lectura.
La ventana es una voz entre la
multitud... con estas
palabras arranca Vega Gil un monólogo que se interrumpe cada determinado tiempo
para incluir un tono suave o agudo originado por su guitarra. El tono
corresponde al estado de ánimo que plantea el poema; si es tristeza una nota
larga y chillona, si es reproche o desesperación el sonido se convierte en algo
estridente que golpea los sentidos.
Hay momentos en que el también cantante, cineasta y
escritor se abandona por completo a la emoción que se vive en el poema. Cierra
los ojos y aprieta los parpados con fuerza, de su boca se expulsan con fuerza
las palabras....humedeció sus labios con polvo de saliva, los polvos
le sabían a vodka muerto, las sábanas sabían a vodka muerto, ya jamás habrá
silencio... una mujer artrítica comenzó a cantar.... la orilla de la cama era
un abismo, cama vacía, un bostezo y el bostezo se escucha por el micrófono.
Durante media hora la declamación continúa con la
guitarra como fiel compañera, los últimos versos escapan en el aire, se unen a
las burbujas que aparecen de la nada y van de un lado a otro alrededor del
escenario; así suenan las últimas palabras: la
boca, un surtidero de temores; la boca, carne floja hasta la lengua.
Después de la dosis de poesía la Casa del Lago siempre
adereza las presentaciones con un poco de música citadina, como parte del
programa cultural Sonidos Urbanos
este sábado se presentó la banda Lucas Trotacielos quienes llevan casi dos años
dentro de la escena musical.
Los cuatro integrantes suben al escenario. Laura
Llamas, responsable de dar voz a las canciones, se dirige al público y les da
las gracias por quedarse: “se que estuvieron esperando un buen” añade esta
chica de cabello corto hasta el hombro y teñido de rubio que da el toque final
a su atuendo con una minifalda, playera holgada y lentes tipo mosca.
“Ay les va la primera melodía” dice la vocalista y lo
primeros acordes de su guitarra azul cielo da inicio a la presentación. La
acompañan Alonso Dorantes en el bajo, Daniel Badillo en la batería y Jorge Vargas
como primera guitarra.
Frente a un público multifacético: niños con visera de
Bob Esponja, mamás con sombreros de changuito, chavos con rastas y chicas con
medias psicodélicas Lucas Trotacielos (traducción del tenebroso y maligno
personaje Luck Skywalker de La Guerra de las Galaxias) relaja el
ambiente y pone a al gente a cantar temas como Vuelve,
Te quiero Aquí y Espera la cual es el primer sencillo de su EP.
A lo largo de la presentación dedicaron cada canción a
una persona diferente: “a nuestra amiga que está por allá porque toma fotos
bien chidas y es bien buena onda” un rato después fue el turno de Fernando
Peralta, trabajador de la Casa del Lago a quien la vocalista dijo no conocer,
declaración que rectificó con una sonrisa al darse cuenta de su error “¡ah!, si
lo conocemos, está allá y es bien chido”. “Disfruta tu vida hermano” agregó el
guitarrista de la banda”.
Como un detalle para los conocedores Lucas Trotacielos
regaló EP a quienes supieran el nombre de dos sencillos de su más reciente
producción. Su sonido impregna el ambiente de energía y vitalidad, los
integrantes se mueven al ritmo de la música, el baterista agita su cabello y
sonríe, disfruta de su instrumento como un niño pequeño que se revuelca en el
lodo.
Al final dos invitados especiales Jalil y Billi, el
primero integrante de La hora de la hora.
Sus instrumentos: un violín y un violonchelo sin coraza donde sólo se
distinguen las cuerdas. El grupo ahí reunido se despide con un cover de Gustavo
Cerati la canción elegida para honrar al músico que aún permanece en estado de coma
fue cactus. Con su voz chillona pero meliodosa Laura Llamas da fin a la
presentación.